Bienvenido a una nueva forma de pensar distinto

Sólo hay dos cosas infinitas, el Universo y la estupidez Humana, pero no estoy muy seguro de la primera, de la segunda puedes observar como nos destruimos solo por demostrar quien puede mas.
Albert Einstein

sábado, 24 de marzo de 2012

La lucha por lo que queda en el subsuelo de la Tierra


El mundo de hoy se encuentra en la mayor encrucijada de su evolución histórica. Todo lo que conocemos está vinculado al desarrollo tecnológico, y a la vez, todo lo tecnológico depende de una explotación de recursos naturales que se encuentran de manera escasa en el subsuelo de la tierra.

Todo lo que nos gusta y la manera como hoy en día vivimos, es consecuencia de una explotación incesante de petróleo, carbón, gas natural, hierro, aluminio, cobre, litio, tantalio, etc.

Lo observamos constantemente con el uso de la luz eléctrica; del agua a través de acueductos y represas; con los viajes por aire, tierra y mar; con la TV de pantalla plana; con el iPhone; el cableado eléctrico; el acero; las baterías; los teléfonos celulares; el láser; la fibra óptica; los motores para automóviles híbridos; los iPads; y otras miles de cosas más, que hacen que nuestra vida moderna sea más fácil y divertida, llenas de maravillas y comodidades absolutas. 

Pero hay un problema: la sociedad mundial y actual, continúa sin despertar. Pensando que habrá recursos infinitos para saciar la voraz forma de vida de las generaciones de hoy y de las futuras por venir; y nos olvidamos, que estos recursos, que ya son críticos en su existencia, se están agotando muy rápidamente.

El mundo se precipita hacia lo que pensadores como Michael Klare han denominado “una crisis de agotamiento de los recursos”.

Se habla del agotamiento del agua y de la escases de alimentos. De la limitante que tienen algunos gobiernos de alimentar a sus pueblos y de la mortandad de niños, mujeres y hombres en ciertos países del Continente Africano producto de la hambruna incesante.

Pero ciertas sociedades del mundo se comportan como si no estuviera pasando absolutamente nada. Continúan con el derroche energético y el consumo excesivo de los recursos, contribuyendo descaradamente con la destrucción de la capa de ozono y del calentamiento global.

Toda ésta situación depravada, conlleva a una carrera loca por lo que queda de los recursos naturales en la Tierra, haciendo que los gobiernos de las grandes potencias aumenten su gastos militares en equipamientos y armamentos de alta tecnología y por ende de alta destrucción, para garantizarse sus recursos necesarios para el desarrollo continuo. Todo con una sola intención: “mantener el estilo de vida de sus respectivas sociedades”. 

Y lo más increíble, es que, lo que queda de los recursos naturales en el mundo, es lo más difícil de extraer, haciendo que sus costos de explotación sean excesivamente altos y por consecuencia sus productos serán excesivamente caros.

Pero la mayor consecuencia la tendrá es el medio ambiente, ya que a ella se le hará el mayor daño durante esas explotaciones. El sólo hecho de la dificultad que existe para extraer esos recursos que quedan de donde se encuentran en el mundo, hacen de ésta acción el mayor suicidio que la humanidad habrá de cometer en contra de su propia existencia y del Planeta Tierra.

El petróleo bajo el hielo del Ártico y bajo el subsuelo marino de ciertas áreas como el Golfo de México o el Mar Caspio o en las aguas del Océano Atlántico (frente a Brasil) es una prueba de ello. La localización de éste tipo de petróleo, se encuentra a miles de pies en aguas profundas. Donde el daño al suelo marino será descomunal, sin contar con lo que pudiera ocurrir en el Ártico.

Pero una cosa si es segura, la vida del ser humano, en el futuro, ya no será igual, tal cual, como la conocemos hoy. Nos encontramos en un punto sin retorno, donde la escases de los recursos naturales se acentuarán; y los derivados y productos de esos recursos cada vez serán más caros y por ende más escasos.

Ahora bien, cuál es la solución ante semejantes consecuencias que ya están previstas por mucho de los gobiernos en el mundo e incluso por la misma comunidad científica.

La respuesta es desconcertante: “no hay solución, ni ahora ni en el futuro a corto y mediano plazo”.

El mundo entero se dirige aceleradamente a una crisis sin semejanzas históricas, jamás vista, pues, no existe una comparación de tales consecuencias con el pasado histórico de la humanidad. Por lo tanto, la evolución tecnológica está condenada a sufrir un descalabro con acontecimientos inimaginables, y para la cual, las sociedades del mundo no están preparadas para asumirla. 

Sólo imaginémonos un mundo sin petróleo. El hecho de pensarlo da terror y pavor ante tales situaciones de crisis energéticas. Lo triste, y la realidad así lo confirma, es que ya nos encontramos en la primera etapa de nuestras crisis, porque el petróleo fácil y barato de extraer ya está agotado. 

Sí, así como lo leemos, ya está agotado. Porque lo que queda de ese petróleo fácil y barato de extraer será consumido en los próximos diez a veinte años; y entonces, que pasará con las décadas siguientes; que les espera a esas generaciones que hoy en día están en sus primeros años de vida; que les espera a las generaciones que están por nacer.

La respuesta sigue siendo desconcertante: “simplemente les espera un mundo sumergido en crisis”. Producto de que el mundo de ayer y el mundo de hoy, no supieron manejar unos recursos que por su naturaleza ya eran escasos.

Así es, el mundo se ha manejado con un modelo que está presente en todas las estructuras sociales, fue diseñado para un excesivo consumo y para un excesivo derroche, donde lo más grave de todo, es que nunca hubo ni en la más mínima intención, un respeto por las generaciones futuras.

Ese modelo es el mayor de todos los paradigmas de la humanidad, y será el paradigma más difícil de cambiar, porque está asociado a intereses de poder económico y de poder político.

Intereses estos, que son manejados por un puñado de hombres y mujeres que sólo apuestan a su enriquecimiento personal y a un control absoluto sobre todo lo poco que aún queda – como recurso natural – en la Tierra. 

Para ello, y poder lograr sus objetivos, se asocian con el poder político internacional, que está presente en las grandes potencias, las cuales, son las que manejan el aparato científico-militar del mundo. 

Y es allí, como ese puñado de hombres y mujeres, se hacen más poderosos y más peligrosos. Porque a través de ese aparataje científico-militar-tecnológico a su disposición, han sido capaces de invadir a ciertos países que gozan de una riqueza natural en su subsuelo. 

Logrando que esos países, una vez invadidos y dominados - y luego de haber dejado una gran mortandad - coloquen gobiernos títeres o fácilmente manejados para el control absoluto de sus riquezas naturales.

A cambio, esas potencias invasoras dejan un país destruido, con una prolongada guerra civil, que sólo deja más muertos y más miseria; y con toda su riqueza natural confiscada y manejada, por la potencia dominante, por años y quizás décadas.   

Pero esa realidad se torna más escalofriante cuando analizamos que esas potencias se están preparando para una guerra total y prolongada. Es decir, están creando tecnologías de largo alcance, capaz de destruir inmensas áreas en cuestiones de minutos en cualquier lugar del mundo, sin exponer a sus habitantes y a sus soldados a riesgo alguno.   
  
Ese nuevo escenario y forma de lucha y de conquista, es lo que ha puesto a pensar a muchas personas en el mundo, incluyendo a la gente que conforman los gobiernos, que en su bajeza, para aprovechar parte del botín de los recursos naturales, se asocian a bloques hegemónicos -como la OTAN- con la pretendida intención de gozar (cuando llegue el momento) de esos pocos recursos del mundo. 

Con esto, mucho de estos gobiernos, sólo han logrado una miserable visión del mundo de hoy; permitiendo invasiones y crímenes de guerras en masas y otras veces crimines selectivos que ocurren en cualquier lugar del mundo, sin que esos gobiernos se manifiesten a vox populi sobre tales acontecimientos criminales.    
  
Ese es el mundo que nos espera: “La lucha por los recursos que quedan en el subsuelo de la Tierra”.

  Autor: Carlos Salazar