Por Vicky Peláez.
* (Tomado de la prensa rusa RIA
Novosti Hoy)
Durante
los últimos cincuenta años el mundo occidental se ha adjudicado el título de
ser el gran “promotor de la democracia” a su manera y un incansable “defensor
de los derechos humanos” en el planeta, pero ya todos saben que esto está
determinado por sus intereses geopolíticos de momento y que utiliza a los
medios de comunicación a su servicio.
Sin
embargo, a los globalizadores jamás se les había ocurrido pensar que algún día
esa especial agenda de los derechos humanos se les iba a escapar de las manos.
Y
así sucedió cuando un pequeño país andino de unos 13 millones de habitantes,
llamado Ecuador, le dio una lección a los Estados Unidos, Gran Bretaña,
Australia y Suecia en la aplicación de los principios fundamentales
internacionales de los derechos humanos, al conceder su gobierno asilo diplomático al fundador de
WikiLeaks Julian Assange, quien se halla refugiado en la
embajada de este país en Londres desde el pasado 19 de junio.
La
reacción de los que se alardean ser pioneros de la democracia no se dejó
esperar. El gobierno británico dijo inmediatamente que si Assange no sale de la
embajada ecuatoriana para entregarse a la justicia, las autoridades podrían
usar el Acta de Recintos Diplomáticos y Consulares de 1987 que les permitirá
despojar a Ecuador de su territorialidad diplomática y detener al refugiado.
Su
aliado mayor, los Estados Unidos también se precipitó a declarar que no
reconoce el asilo diplomático que Ecuador otorgó a Assange porque no acepta el
concepto de asilo diplomático como una cuestión de derecho internacional. A la
vez un grupo de senadores norteamericanos amenazaron a Ecuador de quitarle las
preferencias arancelarias (Atpdea) por la decisión de otorgar el asilo
diplomático.
Ninguno
de los dos países pudo ocultar su irritación por no poder castigar al hombre
que sacó a la luz pública más de un millón y medio de cables por medio de
WikiLeaks que desenmascararon la esencia de las “guerras preventivas”, “caos
controlado” y “revoluciones a colores”.
Las
imágenes de “asesinato colateral” de civiles en Irak y del verdadero rostro de
la guerra en Afganistán estremecieron la opinión pública mundial a través de
esos cables.
Igualmente,
los 2017 cables confidenciales del Departamento de Estado a sus embajadas en
diferentes rincones del mundo pusieron en evidencia la intromisión de
Washington en asuntos internos de otros Estados y en especial, su actividad
conspirativa en los países que se atreven a salir de su control, como los del
ALBA.
Desde
su fundación en julio del 2007 la organización mediática internacional sin
ánimo de lucro WikiLeaks, que publica en su sitio web documentos filtrados, su
fundador y redactor Julian Assange, de origen australiano, es perseguido por
los poderosos de este mundo por atreverse a divulgar masivamente los
entretelones de su poder y de la riqueza.
En
realidad Assange no descubrió nada nuevo que la gente no supiera o por lo menos
no sospechara. Tampoco dio a conocer secretos estratégicos de Estado.
Simplemente fue el primero en mostrar los camuflados y escondidos detalles de
la política internacional de EE.UU., de la Unión Europea, de su brazo derecho
la OTAN y de sus sumisos seguidores en diferentes países del mundo, que estaban
escondidos a la opinión pública.
Los
avergonzó a todos, incluyendo a la misma Hillary Clinton publicando un cable
donde la secretaria de Estado pedía a su embajador en la Argentina informar
sobre los medicamentos contra estrés que supuestamente estaba tomando la
presidenta Cristina Fernández y otras cosas por el estilo.
El
poder globalizado jamás le perdonó todas estas revelaciones a Assange por eso
inició desde 2008 una campaña internacional despiadada contra el hombre clave
de WikiLeaks. Tan fuerte ha sido el bombardeo mediático que según un reciente
sondeo de ABC News y The Wasington Post, dos de cada tres norteamericanos
quieren llevarlo ante los tribunales por haber divulgado documentos secretos.
Desde
entonces los servicios de inteligencia estuvieron siguiendo sus pasos para
encontrarle alguna debilidad. Así, después de dos años y medio de escrutinio,
se dieron cuenta que Assange era aficionado a las mujeres y que era descuidado
en el trato con ellas, a pesar de las numerosas advertencias de sus colegas de
WikiLeaks.
Así
que su encuentro “casual” con una feminista sueca Anna Ardin y posteriormente
con su amiga Sofía Wilén durante una campaña promocional de WikiLeaks en agosto
del 2010 en Estocolmo (Suecia) se convirtió en una pesadilla para Julian
Assange. Nadie sabe hasta ahora cómo estas dos mujeres, que solicitaron
entradas para la conferencia de Assange, semanas después de que ya todos los
boletos estaban agotados, lograron a sentarse en la primera fila y cómo
posteriormente Anna Ardin se convirtió en su secretaria de prensa.
La
revista Counterpunch describe a esta mujer de 30 años como una feminista
radical, izquierdista, afiliada al Partido Social Demócrata, defensora de
animales, fundamentalista cristiana, ardiente defensora del Islam, muy amiga
del grupo cubano anti-castrista “Damas de Blanco” y autora de numerosas
diatribas contra Fidel Castro en la revista sueca “Asignaturas Cubanas”.
Total,
fue ella la que organizó una fiesta llamada en Suecia “crayfish party” para
Assange, después de la cual tuvo con él sexo consentido, conservando sin
embargo durante varios días el preservativo que supuestamente se rompió durante
el encuentro amoroso. No pasó nada y tres días después Assange tuvo la misma
aventura con su amiga, la fotógrafa Sofía Wilén. Las dos estaban encantadas,
según sus mensajes en Twitter.
Sin
embargo, pasados dos días más las dos mujeres denunciaron sorpresivamente a
Julian evocando la ley de “Sexo Sorpresa” lo que significa que la mujer durante
el acto sexual consentido puede pararlo y si el hombre no obedece lo puede
denunciar por violencia durante la “transición de sexo consentido a sexo no
consentido”.
Debido
a esta ley sueca a los hombres se les aconseja tener un consentimiento de la
mujer por escrito antes de tener sexo. Así comenzó el calvario de Assange que
terminó con su detención en Londres, posteriormente el veredicto de extraditarlo
a Suecia y actualmente su refugio en la embajada de Ecuador.
Lo
extraño de este caso es que las autoridades suecas no están acusando a Assange
de violación sino quieren interrogarlo para esclarecer lo que pasó. Tanto el
creador de WikiLeaks como el gobierno de Ecuador le ofrecieron todas las
facilidades para que pueda se interrogado en la embajada, sin embargo Suecia no
lo acepta y exige su extradición sin dar garantías para que no sea enviado
posteriormente a los Estados Unidos. Sin embargo, es de conocimiento público
que en varias ocasiones las autoridades suecas han viajado a otros países para
llevar a cabo interrogatorios cuando ha sido necesario.
En
vista de todo es harto difícil confiar en Suecia. En la Segunda Guerra Mundial
era aliada de Hitler y después un satélite incondicional de Norteamérica.
Durante la “Guerra Fría” siempre negó la presencia de armas nucleares en su
territorio y no divulgó que los buques de guerra estadounidenses con armas
nucleares a bordo eran sus visitantes permanentes. A la vez, todos saben y
hasta los novelistas difunden que su servicio secreto SAPO es un aliado
incondicional de la CIA.
Tampoco
se entiende el empeño del gobierno del Reino Unido de extraditar lo más pronto
posible a Assange a Suecia. Durante la estadía de Augusto Pinochet en Londres
en octubre de 1998, el magistrado español Baltasar Garzón procesó al general
por las violaciones de derechos humanos en Chile entre cuyas víctimas estaban
también varios ciudadanos españoles y exigió su extradición a España.
El
poder judicial británico declinó en seguida esta petición y ayudó para que el
sangriento dictador regrese a salvo a su país, ahora sin embargo, en el caso de
Assange está actuando al revés, tratando de mandarlo a Suecia a como dé lugar,
porque sería demasiado cínico y escandaloso enviarlo directamente donde su
aliado principal, Estados Unidos. Prefiere dejar esta parte a Suecia y después
lavarse las manos.
A
pesar de que Washington ha estado negando su interés en el destino de Julian
Assange, los intelectuales de todo el mundo, ex agentes de la CIA, periodistas
independientes, el juez español Baltasar Garzón, Michael More, Oliver Stone,
Noam Chomsky, una respetada compañía estadounidense especializada en los
servicios secretos Stratfor, el abogado de Assange, Michael Ratner y muchas
otras entidades y personalidades han estado advirtiendo que el 26 de julio de
2011 el Gran Jurado secreto en Alexandria, estado de Virginia entregó un sobre
sellado con la acusación contra el fundador de WikiLeaks por violación, amparado
por el Acta de Espionaje de 1917.
Como
lo dijo un ex oficial de la CIA Ray McGovern a la TV rusa, el menosprecio de la
ley internacional por parte de EE.UU. y sus aliados extranjeros en el caso de
Julian Assange “no tiene precedentes ni en los peores días de la Guerra Fría”.
Parece
que toda la derecha del mundo está unida en su arremetida contra Assange. La
senadora norteamericana Diane Finstein exige que sea enjuiciado por espionaje,
la ultraderechista ex gobernadora de Alaska Sarah Palin pide que sea
estrangulado, el vicepresidente norteamericano Joe Biden lo tilda de
“terrorista tecnológico”, un político canadiense de alto nivel Tom Flanagan
pide su asesinato, un ex presidente de la Cámara de Representantes Newt
Gingrich lo acusa de ser combatiente enemigo etc., etc.
Pero
Julian Assange no está solo. Tiene miles de seguidores en todos los países del
mundo y su “WikiLeaks”, según el periodista británico Nicholas John Mead,
“superó al mismo Assange y ya no se puede detener su obra y muchos otros proyectos
de esta índole que están en marcha”.
La
actitud del gobierno de Ecuador ha sido ejemplar en dar su apoyo a este pionero
del periodismo informativo cibernético de denuncia. Este país andino pudo
hacerlo porque como lo recalcó el presidente Rafael Correa, “se acabaron los
tiempos aquellos en que esos viejos y nuevos imperios hacían lo que les daba la
gana”. A la vez el apoyo a la actitud de Ecuador por los países del ALBA y
UNASUR es una muestra concreta de los nuevos horizontes que se abren para la democracia
y los derechos humanos en el planeta.
Decía
Antoine de Saint-Exupéry que “si quieres construir un barco, no empieces por
buscar madera, cortar tablas o distribuir el trabajo, sino primero has de
evocar en los hombres el anhelo de mar libre y ancho”. Julian Assange por medio
de WikiLeaks abrió un primer sendero a la libertad informativa y ahora hay que
encontrar un camino para construir un mundo mejor.
(*)
Fuente: http://sp.ria.ru/opinion_analysis/20120831/154851384.html