La tragedia de la Escuela Primaria Sandy Hook
(*) Por: Larry Hales (Workers World - http://www.workers.org/)
A la mayoría de las personas les resulta inconcebible que haya alguien
capaz de hacer daño a un niño de forma deliberada. En realidad, la
mayoría experimentaría idéntica reacción ante la cruel desconsideración
de poner en peligro la vida de un joven.
De manera que cuando empezó a
difundirse la noticia del reciente tiroteo en la Escuela de Educación
Primaria Sandy Hook de Newtown, en Connecticut, apenas cabe duda de que
la primera reacción, sobre todo de los padres y madres, fue de pavor.
Niños
pequeños de entre 6 y 7 años, que empiezan a tener cognición del mundo
que les rodea, con la mirada resplandeciente, en apariencia con todas y
cada una de las posibilidades todavía a su alcance... y su luz se apagó.
Fue
frío, casi inimaginable, pero sucedió; 20 vidas jóvenes junto con las
de seis educadores y otro personal no docente. La madre del presunto
asesino, que fue hallada con cuatro disparos en la cabeza, todavía
estaba en pijama. Y la del propio asesino, de solo veinte años, que a
todas luces se suicidó. Todos desaparecidos, muertos.
No debería
suceder, pero sucedió y sucede. El tiroteo de Sandy Hook del 14 de
diciembre está siendo calificado como la segunda matanza más importante
en un centro educativo, por detrás de la de la politécnica de Virginia
en el año 2007. No ha sido un suceso aislado en este país. Ni siquiera
este año.
Aunque parece que ha pasado mucho tiempo porque los
medios de comunicación han dejado de hablar de ella, la matanza del
teatro Century 16 del centro comercial Aurora, cerca de Denver, sucedió
tan solo en el mes de julio. En total, en el año 2012 se han registrado
en Estados Unidos más de una docena de matanzas masivas a tiros.
En
algunas, como en la de Oak Creek, en Wisconsin, donde un supremacista
blanco entró en un templo de los sij y mató a siete personas, los
motivos están claros. En otras, como en la de Aurora y en esta última de
Sandy Hook, no parece haber una razón particular que impulsara al
presunto asesino a matar.
Como sucedió en la de Aurora con James
Holmes, los medios de comunicación han presentado a Adam Lanza, el varón
blanco de 20 años que presuntamente cometió los asesinatos de Sandy
Hook, como un pistolero solitario perturbado, pero muy inteligente. Se
dice que tenía pocos amigos, pocas relaciones incluso, que guardaba las
distancias con él su propio hermano, que identificó su cadáver. Los
amigos de Nancy Lanza, la madre de Adam, afirman que ella raras veces
daba detalles de los problemas que tenía con él.
A Adam también
se le ha caracterizado como alguien sin emociones, incapaz de sentir
dolor físico según un antiguo orientador, Richard Novia, que además fue
el jefe de seguridad del distrito escolar hasta el año 2008. Su hermano
mayor, Ryan, afirma que Adam sufría trastornos de personalidad, tal vez
síndrome de Asperger. Pero los expertos dicen que eso no le
predispondría en modo alguno para ejercer la violencia de forma
premeditada.
Adam fue apartado de la escuela durante un breve
periodo de tiempo y fue escolarizado en su casa. Según las autoridades
educativas, se le asignó un psicólogo. Su tía, Marsha Lanza, recuerda a
la madre de Adam lidiando con la escuela para asegurarse de que su hijo
recibía las atenciones que necesitaba.
Nancy Lanza, su madre, fue
también una de las personas que enseñó a Adam a disparar. Tenía docenas
de armas y se la ha calificado como una de las llamadas
«supervivencialistas» extravertida. Como no consiguió comprar un rifle
dos días antes del tiroteo de la escuela, Adam utilizó finalmente las
armas que su madre tenía en casa.
Las causas subyacentes
¿Es
a esto a lo que se reduce todo? ¿Es el meollo de esta cuestión que el
joven tenía acceso a numerosas armas de fuego? ¿O se trata de algo más
profundo? ¿Qué impulsaría a alguien tan joven a cometer un acto tan
abyecto?
Las causas subyacentes de semejante acto nacen de las
contradicciones fundamentales de la sociedad moderna en esta coyuntura
de la historia y en la economía política estadounidense en particular.
La política y la superestructura también están conformadas por la base
económica. Además, debemos señalar la burda hipocresía de la narración
que ofrecen los medios de comunicación dominantes y los políticos que
aparecen para manifestar su dolor a las familias que lo sufren.
La
vida es algo valioso, y la de una persona joven mucho más. La mayoría
de las personas piensa que la vida de un joven rebosa potencialidades.
Como es natural, para algunos se abren más posibilidades que para otros
debido a su riqueza material, su prestigio, su nacionalidad o su
expresión del género,. Pero las cosas cambian. Donde hay vida, hay
posibilidad de cambio. Los menores que perdieron la vida podrían haber
sido agentes para hacer del mundo un lugar mejor.
Cuando el
presidente Obama manifestó su condolencia y habló de responsabilizarse
de los niños de otros y de dar a los niños la posibilidad de que vivan
su vida felices, quizá no pensaba en los niños de Pakistán que han
perdido su vida por ataques de los aviones estadounidenses no
tripulados.
Tal vez no había pensado en los niños de Gaza, que
murieron por bombas lanzadas por Israel pero financiadas por Estados
Unidos, ni en los niños de Iraq o los niños de cualquier otro lugar que
sufren a causa de las políticas de guerra y la estrangulación económica
estadounidenses.
Quizá no haya pensado en los millones de niños
que mueren de hambre cada año a causa de la desestabilización neoliberal
de las economías de países subdesarrollados.
Seguramente no
pensó en los niños de progenitores deportados. O en Trayvon Martin, o
Jordan Davis, o en los niños y nietos de Anthony Anderson, que fue
asesinado por la policía de Baltimore. Seguramente no conoce el nombre
de Ramarley Graham, ni de los muchos cuyas vidas se perdieron a causa de
la brutalidad policial. Ni en quienes murieron por falta de atención
sanitaria o acabaron olvidados por la paulatina desaparición de las
redes de protección social.
Los medios de comunicación no hablan
de nada de lo anterior. Aunque, claro está, la vida de un niño palestino
no vale menos que la de uno de los niños pequeños muertos en la Escuela
Primaria de Sandy Hook.
Sin embargo, el hecho de que parezca
depositarse mayor valor en una vida que en otra, y de que los medios de
comunicación y los políticos puedan hablar con generalizaciones sobre lo
valiosa que es la vida de un menor al tiempo que persisten y ponen en
práctica políticas que conducen al sufrimiento de centenares de millones
de ellos, no empieza más que estar en el meollo de la cuestión.
Adam
Lanza no se crió tras un caparazón impenetrable, sufriera o no algún
trastorno de personalidad. Sus acciones y el acto final que
presuntamente ha cometido resulta darse en un contexto social.
Siglos de cultura de las armas
Hay,
no cabe duda, una cultura de las armas. Sin embargo, quienes promueven
una regulación para la tenencia de armas aspiran a que se produzcan
cambios en la superestructura legal; en que la legislación dificulte
adquirir o almacenar armas.
La Asociación Nacional del Rifle
destina millones de dólares cada año a mantener grupos de presión, así
como la Asociación de Propietarios de Armas de Estados Unidos (Gun
Owners of America) y otras organizaciones similares. Los fabricantes de
armas han obtenido beneficios récord.
En los últimos años, Sturm
Ruger y Smith & Wesson, responsables del 30 por ciento de las
pistolas existentes en Estados Unidos, han visto cómo se han disparado
las ventas. Aquí las armas representan un sector que factura 4.100
millones de dólares anuales.
Estas cifras solo corresponden a la
industria de las armas de fuego de uso personal, no a la de los grandes
fabricantes de armamento como General Electric, General Dynamics,
Northrop Grumman, Lockheed Martin y demás empresas que reciben del
gobierno federal decenas de miles de millones de dólares anuales.
De
todas formas, la cultura de las armas es algo más que eso. Estados
Unidos se forjó a base de conquistar tierras, tierras arrebatadas a sus
habitantes originales, que fueron masacrados: hombres, mujeres y niños.
Naciones y pueblos enteros desaparecieron muertos por armas de fuego,
cuchillos y una forma incipiente de guerra biológica según la cual se
empleaban materiales contaminados para introducir enfermedades extrañas
en los pueblos indígenas.
La esclavitud se mantuvo con la fuerza
de las armas y con una violencia atroz que fue testigo de la aparición
del primer cuerpo policial normalizado: los cazadores de esclavos. Hasta
el día de hoy, ha sido la violencia lo que ha mantenido la hegemonía
política y económica estadounidense en la mayor parte del mundo.
El
predomino de Estados Unidos está al servicio de una clase reducida que
debe sus orígenes a la fundación de Estados Unidos y del capitalismo.
Estados Unidos y Europa occidental no deben su riqueza a la ingenuidad,
ni a la supremacía de las poblaciones de sus respectivos países, sino a
la agresión descarnada, el robo, la esclavitud, la violación y el
genocidio. Como escribió Walter Rodney en De cómo Europa subdesarrolló a
África , «el desarrollo de Europa [forma] parte del mismo proceso
dialéctico por el cual África quedó subdesarrollada». Eso mismo se puede
decir de Estados Unidos en relación con el resto del planeta.
Así
es como nació la cultura de las armas, una cultura de la violencia. No
es más que el simple reflejo del actual orden social mundial.
Violencia, privilegios y alienación
Este
es el contexto en el que Adam Lanza se educó: un contexto de violencia,
privilegios y, también, de profundo aislamiento. Aunque Lanza pueda
haberse visto rodeado de toda clase de materiales que arroparan esta
circunstancia, de objetos que la inmensa mayoría de la población del
planeta jamás verá, hay una vacuidad profunda en el hecho de simplemente
poseer objetos.
La sociedad capitalista fomenta el
individualismo, la lucha por la supervivencia. En la sociedad
estadounidense moderna las personas viven alienadas del fruto de su
trabajo y entre sí. La cultura consumista que tantas revistas liberales
condenan es una manifestación de la alienación de la sociedad
capitalista moderna, que forma parte de la cultura decadente que,
generación tras generación, apesta cada vez más.
Se echa la culpa
a las armas. Se hacen llamamientos a un control normativo más estricto
con las armas, lo que dejaría el monopolio de la violencia a la policía,
que sustenta las actuales relaciones sociales. Pero el verdadero motivo
del incremento de este tipo de actos y del trastornado estado en que
viven los jóvenes es el orden social.
Quizá las familias de los
niños que murieron en Sandy Hook no puedan restablecerse de verdad
nunca. ¿Cómo van a poder hacerlo si llegarán las fechas de sus
cumpleaños y las voces de esos valiosos niños no se escucharán y jamás
se materializará todo su potencial?
A veces, la ciencia puede
resultar insensible, pero en el núcleo de un revolucionario anida el
deseo de cambiar el mundo, de ver desmoronarse el viejo orden en pos de
algo mejor, más humano, basado en asegurar que todas las personas de la
sociedad tengan porvenir.
El único modo de empezar a afrontar una
tragedia como la matanza de Sandy Hook es abordar los problemas
fundamentales que existen. En última instancia, es al sistema
capitalista al que hay que culpar. Mientras exista, la vida de los niños
corre peligro, ya sea por la violencia, el hambre, la negligencia o las
catástrofes originadas por el calentamiento global. Todo ello hunde sus
raíces en un sistema que ya no sirve.
(*) Fuente: http://www.workers.org/2012/

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